miércoles, 13 de julio de 2016

EL VIEJO Y EL MAR 


AUTOR : Ernest Hemingway

SINOPSIS 

Santiago es un viejo pescador cubano que no ha capturado nada en ochenta y cuatro días. Durante los primeros cuarenta días lo ayudaba Manolín, un joven pescador del pueblo, pero su infortunio parece tan definitivo que los padres del chico lo embarcan en otra nave para ir con pescadores con mayor suerte que el viejo con respecto a sus pescas. Sin embargo, el joven muchacho le seguía ayudando y haciéndole compañía. 

La mañana del ochenta y cinco Santiago conduce la barca mar adentro, dónde sabe que podrá pescar algo. 

Ese día el viejo salió a la mar (como la llaman quienes la quieren, dice Hemingway) con el objetivo de terminar con su mala racha en la pesca. El muchacho le había conseguido cebo. Al cabo de unas horas de navegar, tras haber perdido de vista la costa, un pez picó el anzuelo. Era un pez enorme, dispuesto a luchar hasta la muerte si era preciso. La barca navegó a capricho del pez mar adentro. Las fuerzas del viejo cada vez iban a menos y predecía que el pez le podía matar, pero tenía una fuerte determinación por conseguir sacarlo del agua, y no le importaba si tenía que dejar su vida en el intento. Tras una larga y dura batalla, el pez tuvo la peor suerte, y el viejo, rebosante de felicidad, ya que no creía que el pez fuese tan inmenso, lo amarro al costado de la barca, para poner rumbo a la costa. Todo su empeño habría sido inútil si no consiguiese llevar el pez a tierra firme. Sin embargo, y para su desilusión, apareció un tiburón. Cuando el escualo se acercó a comer el pez el viejo le asestó un mortal golpe en  la cabeza con el arpón. Se había librado del tiburón, pero no tardarían en acercarse otros más siguiendo el rastro de la sangre desparramada del pez herido. El viejo logró batirlos, pero se habían comido medio pez. Por la noche se le acercaron más, que acabaron con él, dejando solo la cabeza, la espina y la cola, suficientes para dar testimonio de la hazaña. 

Así, llego por fin a puerto. Era de noche y no había nadie para ayudarle a recoger. Cuando terminó se fue a su casa a dormir. A la mañana siguiente el muchacho, muy preocupado, fue a su casa para ver cómo estaba y le prometió que saldría a pescar con él. Los demás pescadores reconocieron el mérito de Santiago, al ver los restos del pez.

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